Desde el Periodo Neolítico, los asentamientos humanos han ido cambiando de tipología y adaptándose en primera instancia, a sus accidentes geográficos, clima, actividades económicas productivas y de supervivencia que pudiesen estar desarrollándose en aquellos momentos de la historia.
Hacia el siglo XVIII se presentan transformaciones urbanas de importancia relacionadas con el trabajo, la producción, generación de riquezas y plusvalías en el suelo, generada por la revolución industrial que se produce en el Reino de Gran Bretaña y donde por primera vez se comienza a diferenciarse los suelos urbanos de los rurales.
Algunos urbanistas, que plantean que la ciudad contemporánea, producto de la ciudad industrial, es totalmente distinta a cualquier otro tipo de ciudad anterior. Donde la tecnología, las fuerzas productivas, el capital y el territorio juegan en estos tiempos un papel importante.
Hoy en día, en nuestras ciudades las infraestructuras cobran relevancia pues facilitan las actividades económicas, así como las conectividades entre los diferentes sistemas del ámbito urbano. De igual manera es evidente la presión de lo urbano sobre lo rural , donde entran en juego relaciones comerciales entre ambos territorios y normativas que se imponen para la conquista del suelo rural, que en su mayoría no están dotados de infraestructuras, encareciendo los servicios, las inversiones, y otra serie de consecuencias que hemos vivido por años.
Nuestro país no escapa de estos fenómenos y a pesar de que se han creado instrumentos de planeación para la expansión de lo urbano, así como para la reparación y transformación de lo construido, este último no ha recibido la atención correcta, haciendo casi imposible generar una ciudad justa, inclusiva, bien dotada, densificada racionalmente, que funcione eficientemente y mucho menos sostenible.
Ahora bien...es imperdonable que la sociedad en general, a través del tiempo, no le haya dado la debida importancia a la planeación nacional del territorio, para que, con este instrumento rector y sus políticas, se deriven de él y en cascada, el ordenamiento territorial de la subregión, del distrito, y de otros sectores urbanos o corregimientos.
Esto ha traído como consecuencia la no priorización de las inversiones, el mal aprovechamiento y agotamiento de los suelos, la dispersión, el encarecimiento y sobre costos por la dotación de servicios e infraestructura, monopolios de capitales en alianza con el estado y el mal desempeño de los diferentes sistemas que se entrelazan entre lo urbano y lo rural, con el agravante de que la sociedad no se siente participe del desarrollo con equidad y sostenibilidad.
Los instrumentos y la gestión urbana para la ordenación de ciudades la ciudad contemporánea es complejos y resulta importante el respeto entre el espacio público y el privado. El urbanismo de hoy debe ir más allá de una simple calificación de suelos que definen densidades, alturas y relaciones entre el edificio y el entorno público.
Como bien comenta el arquitecto urbanista Jorge Pérez Jaramillo...urbanismo significa también, “dialogo cívico, políticas de integración, fomento de la cultura, intervenciones de pequeña escala entre otras cosas.”
Los planes urbanos deben partir del análisis y evaluación integral de lo ya construido, su historia, tendencias, sus porqués; proyectados con una clara visión de que es lo que hay que modificar y para que propósitos. Se debe garantizar mediante estudios serios de los sistemas inherentes de la ciudad, que se procure el equilibrio entre ellos, donde las actividades que se entrelazan generen beneficios económicos y sociales
Para ello se hace imperativo apoyarse en correctos análisis econométricos y matemáticos sobre los comportamientos económicos de las actividades asignadas en el territorio. Cabe destacar que los estudios del Sistema de Movilidad Urbana juegan un papel importante en estos análisis.
Las inversiones en infraestructuras y servicios que se requieran, deben ser contempladas en las políticas nacionales de inversión, con la seguridad de que la asignación de los fondos para sus programas de actuación, deberán ser traspasados a los gobiernos locales, con una clara definición de competencias entre las diferentes autoridades administrativas relacionadas con la ciudad.
De lo contrario el resultado es una falacia urbanística que se escapa de la verdadera y correcta necesidad de ordenar lo construido y su deseable expansión con la correcta gestión de sus procesos.
Arq. Jaime Ventura Cervera Presidente del IPAUR -13-2-2020
INSTITUTO PANAMEÑO DE ARQUITECTURA Y URBANISMO